Nacido en Bucchianico (Abruzos) en 1550; muere en Roma el 14 de julio de 1614.
Era un gigante de dos metros de altura, del enorme tamaño de sus pies da fe uno de sus viejos zapatos exhibido hoy en Florencia. A los diecisiete años se enrola con su padre, el marqués de Lelis, en la armada española que combatía entonces contra los turcos. Estos le infligieron una herida que le hizo cojear toda su vida. La batalla de Lepanto fue ganada sin ti, que en aquellos días tenía disentería y no pudo combatir (el 7 de octubre de 1571). Jugador inveterado, Camilo perdió a los naipes en un solo día su espada, su arcabuz, su caja de municiones, su capote y su camisa. Expulsado de la armada por mala conducta, vagabundeó hasta los veinticinco años haciendo todo tipo de oficios, incluidos los de peón de albañil, mendigo y arriero para los capuchinos de Roma. En esta ciudad, por influencia de un santo religioso, se convirtió y descubrió su vocación.
Ingresa como enfermero en el hospital de Santiago de los Incurables. Allí se encuentra a los enfermos sin lavar, desnutridos, golpeados, sumidos en sus excrementos y a menudo colocados en el ataúd antes de expirar. Enseguida se pone al frente de la casa y lo cambia todo. Hace abrir las ventanas y reinar la limpieza, vela por el cumplimiento de las dietas y aísla a los contagiosos. No tiene tiempo que perder. A un fastidioso cardenal que combatía sus innovaciones le hace llegar un mensaje de que no puede recibirle, porque está ocupado en curar las heridas de Nuestro Señor.
En 1582 funda la Orden de los «servidores de los enfermos» (o camilos), que fueron llamados en Francia los «hermanos de la Buena Muerte». Uno de sus estatutos señala que ellos debían ver el hospital «como un jardín de las delicias», y a los enfermos como «sus amos y señores». Les envió a los sótanos, a las prisiones, a los campos de batalla. Cuando murió Camilo, san Roberto Belarmino dijo de él «que en razón de su caridad, su alma había encontrado un lugar entre los serafines».
MARTIROLOGIO ROMANO. San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en el Abruzo, y en su juventud siguió la carrera militar, dejándose arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos incurables hospitalizados, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Congregación de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. (? 1614)
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