San Eleuterio, obispo y mártir en Francia. El nació en Tournai, en el siglo VI, es decir en el siglo de la asillamada " conversión de los Francos".
El capítulo de la historia religiosa que va bajo este título está lleno de una dramática y también poética evidencia.
Os dominan las figuras del generoso y pasional Rey Clodoveo, aquella de la gentil y apasionada reina Clotilde, aquella del orgulloso y glorioso San Remigio, obispo de Reims, llamado el evangelizador de Francia.
En este cuadro, agitado por las barbáricas conciencias de los Francos, idólatras llenos de generosos saltos, y cristianos llenos de crueles violencias, San Eleuterio casi aparece como una figura de según llano.
Todavía era un niño, cuando un compañero de juego, llamado Medardo, le predijo que èl habría llegado a ser Obispo.
En aquellos tiempos una tal predicción parecia ser una maldición, porque la Iglesia francés no queria echar raíces entre las poblaciones barbáricas, por las que contó solamente la fuerza, personificada por su potente Rey.
Difícilmente aquellos pueblos habrían seguido a los inermes Obispos, mientras obedecieron, idolátricamente fieles, sus valientes jefes, violentos y vengativos.
Eleuterio fue elegido Obispo de Tournai diez años antes que el Rey Clodoveo se convirtiera, por mérito de la reina Clotilde, llevándose detrás sus fieles Francos.
Durante diez años, sin ningun apoyo de parte de la autoridad civil, evangelizó a los bárbaros idólatras, con sorprendentes resultados. Desbastó fatigosamente lo que tuvo que convertirse en uno de los campos más fértiles de la Cristianidad, y dónde, entre los terrones ásperos y duros, crecieron las espinas de las herejías, ya primera que brotaran las flores de las virtudes cristianas.
Ocurrió que los bárbaros francos se convirtieran , pero mal, pasando de la idolatría a la herejía.
San Eleuterio, ejemplo de virtud cristiana y maestro de doctrina, coronó su obra de evangelizador con el martirio.
Pero no fueron los idólatras a matarlo; fueron los herejes, es decir los mal convertidos. Él no fue mártir de la fe, cuanto mártir de la ortodoxia.
El ímpetu de los bárbaros mal convertidos encontró en él a un corrector intrépido, preparado en dar su vida para transmitir la fe a las nuevas generaciones cristianas en su auténtica pureza.
Por esta inalterable fe, San Eleuterio unió a lo pastoral del Obispo la palma del Mártir, cayendo en el 532, treinta y tres años después de la conversión del Rey Clodoveo.
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