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San Esteban

San Esteban
autor Girolamo da Santacroce año 1530 - 1540 título Santo Stefano
nombre: San Esteban
título: Protomártir
recurrencia: 26 de diciembre




Todo lo que sabemos sobre la vida, juicio y muerte de San Esteban, el primer mártir, se encuentra en el Libro de los Hechos, en los capítulos VI y VII. En la larga crónica de los mártires cristianos, la historia de Esteban nos conmueve como una de las más impresionantes y dignas de recordarse. Aunque su nombre es griego (de Etephanos, que significa corona), Esteban era judío, probablemente de aquellos que habían nacido o vivido fuera de las fronteras de Palestina y, por ello, habían caído bajo la influencia de la cultura helénica. El Nuevo Testamento no nos relata las circunstancias de su conversión. Parece probable, sin embargo, que poco después de la muerte del Mesías ocupó una posición prominente entre los cristianos de Jerusalén y empleó su ingenio especialmente en ganar a los residentes de la ciudad, de habla griega.

La primera mención de Esteban es la que lo nombra entre los siete hombres escogidos para supervisar las mesas públicas. Debe recordarse que aquellos primeros cristianos tenían la propiedad en común y compartían todo lo que poseían con los pobres, y en esos tiempos, como siempre en vísperas de guerra, había muchas personas desplazadas que necesitaban de la caridad de los demás. En los Hechos de los Apóstoles leemos que los helenistas, como se llamaba a los cristianos de habla griega, creyeron que ellos, y especialmente las viudas que entre ellos había, eran discriminados en las mesas públicas. Los apóstoles supieron de esas quejas, pero se hallaban demasiado ocupados para tratar aquel asunto. Por ello se escogieron siete hombres buenos y prudentes para que administraran y supervisaran ls mesas. Los siete, al ser presentados a los apóstoles, fueron ordenados mediante imposición de las manos. Asociados en esa obra caritativa con Esteban, cuyo nombre encabeza la lista como «hombre lleno de fe y del Espíritu Santo», estaban Felipe, conocido como «el Evangelista», «Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, todos ellos nombres griegos. El título de diácono que se asoció a su cargo deriva del verbo griego que significa «administrar». Esos hombres sirvieron a la comunidad cristiana en los asuntos temporales y en las obras de caridad. Luego asumirían cargos religiosos menores.

Esteban, ya por entonces dirigente, comenzó a hablar en público con vigor, y «lleno de gracia y de poder obraba grandes maravillas y señales entre el pueblo». Por entonces, cierto número de sacerdotes judíos se habían convertido a la nueva fe, pero aun seguían manteniendo las viejas tradiciones y reglas de la ley mosaica. Esteban se hallaba dispuesto a entablar controversias con ellos, ávido de mostrar que, según el Maestro, la vieja ley había sido invalidada. Continuamente citaba a Jesús y a los profetas para apoyar su creencia en que los usos externos y los anitguos ritos sagrados tenían menos importancia que el espíritu; que incluso el templo podía destruirse, como en el pasado lo fuera, sin que la verdadera y eterna religión sufriera menoscabo. Fueron esas palabras y otras parecidas las que, llevadas por la ciudad y a menudo mal entendidas, con o sin intención, atraerían sobre Esteban la ira de la clase sacerdotal judía.

Fue en una sinagoga de los judíos, «llamada de los Libertinos y Cirineos y Alejandrinos y de los de Cilicia y de Asia», en donde Esteban discutió, principalmente. Quizá no fue comprendido; pero fuere lo que fuere, el caso es que no pudieron contestarle de modo efectivo y se enojaron contra él. Sobornaron a unos hombres para que dijesen que Esteban hablaba palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Los ancianos y los escribas le hicieron comparecer ante el Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos, que tenía autoridad para juzgar asuntos religiosos y civiles. Los falsos testigos hicieron sus acusaciones y Esteban se defendió recordando la larga y espiritual historia de su pueblo. Por último, su defensa se trocó en amarga acusación y concluyó de este modo :

«Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice... Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oído, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo : como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; que recibisteis la ley p'r disposición de ángeles y no la guardasteis.»

Así castigados, los judíos no pudieron contener su ira. Se al alanzaron sobre Esteban, llevándole fuera de la ciudad hasta un lugar señalado, y allí lo lapidaron. En esa época la ley judía permitía la pena de muerte por delito de blasfemia. Esteban, «lleno de gracia y fortaleza» hasta el fin, se enfrentó a aquella prueba sin flaquear, rogando a Dios que recibiera su espíritu y que no imputara a sus verdugos aquel pecado. Así pereció el primer mártir, expirando su último aliento mientras rogaba por sus asesinos. Entre los que se hallaban presente, aprobando el castigo de Esteban, estaba un joven judío llamado Saulo, el futuro Pablo, apóstol de los Gentiles; su propia cosversión al cristianismo tendría lugar pocos meses después.

En el siglo v el sacerdote Luciano escribió acerca del descubrimiento de las reliquias de Esteban, las que hoy, según se cree, reposan en la iglesia de San Lorenzo en Roma.

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