Su madre, Antusa, puso todo su amor al cuidado de su hijo que siempre fue frágil de salud, flaco, de aspecto huesudo y extraño, sin, embargo siendo joven aún, era solicitado entre los mejores abogados de Antioquía, por sus escritos y su buen hablar recibió el sobrenombre de Crisóstomo (boca de oro).
Su éxito empezó a proporcionarle vida sencilla y tuvo que cortar por lo sano, abandonó su mundana vida y se encerró a leer las Sagradas Escrituras, se hizo bautizar y se apartó a una cueva solitaria en vida ascética, donde estuvo cuatro años aprendiendo las Escrituras de memoria; una enfermedad truncó sus planes y cambió su soledad por los púlpitos de las iglesias; atacando la riqueza y la tibieza de la vida.
Elegido patriarca de Constantinopla, lleva una vida austera y ataca la actitud arrogante y derrochadora de la emperatriz Eudoxia, que consigue desterrarlo, pero un violento terremoto ocurrido en el instante obligó a deponer su actitud, volviendo a recuperar su silla. Pero el patriarca siguió comentando la actitud desproporcionada de los mandatarios con tanta ironía que le acumuló multitud de enemigos, éstos se encargarían de expulsarlo a Armenia donde murió hacia el año 407. Treinta años más tarde fue trasladado a Constantinopla.
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