Estuvieron toda su vida discutiendo. Y al final murieron juntos, como si nada hubiera pasado.
Uno de ellos se llamaba Ponciano y era papa. El otro, Hipólito y era sacerdote. Los dos pertenecían a la misma Iglesia. Los dos trabajaban por el mismo Cristo. Pero doctrinalmente eran distintos y se pasaron toda la vida discutiendo.
Cuenta la historia que Hipólito incluso se declaró alguna vez antipapa, porque pensaba que la Iglesia se hundía en la miseria en manos de Ponciano, el papa de verdad.
El final fue distinto. Porque los dos se encontraron con el mismo emperador: Maximiliano.El cual agarró a los dos enemigos y los plantó juntos en las minas de Cerdeña, donde tenían que trabajar como animales. Y allí murieron juntos, mártires de su fe. Ahora celebramos su fiesta, su enemistad y su martirio.
Todo esto nos sirve a nosotros para enterarnos de que, dentro de la Iglesia de Dios, hay sitio para todos. Ponciano fue papa durante cinco años; entre los años 230 y 235.
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