Calderón de la Barca lo explicaba muy bien. Sobre el escenario aparecía un hombre cultivando las flores de un jardín. Era Jesús. A su lado asomaba la boca de un hoyo profundo. Mientras el jardinero estaba trabajando, salían al escenario unos personajes con los ojos vendados. Eran aquellos que estaban naciendo. Los nuevos seres daban unos pasos y caían en el hoyo que estaba en el centro del jardín. Era la caída en el pecado original. Entonces Jesús se acercaba a los que habían caído y los sacaba de aquel abismo. Así uno y otro. Por fin aparece en escena una mujer bellísima con los ojos vendados. Es María. También avanza y también va a caer en el abismo del pecado original. Pero ahora Jesús, antes de que ella caiga, la coge de la mano, le da una vuelta alrededor del hoyo y la salva no dejándola caer. Es natural; es que ella va a ser su madre.
Santo Tomás de Aquino lo decía con menos aparato y más profundidad. "Cuando Dios elige a uno para cualquier dignidad, le hace idóneo para ella; por tanto, habiendo elegido a María para madre suya, la hizo digna de tan alto destino".
San Agustín: "El Hijo de Dios no edificó para sí ninguna casa más digna que María, que nunca fue cautiva del enemigo, ni despojada de sus tesoros".
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