S. Brunone nació de noble familia hacia el año 1035 en la ciudad de Colonia. Frecuentó la escuela cerca de la iglesia de S. Cuniberto, haciendo rápidos progresos en la ciencia y en la piedad, tanto que S. Annone, obispo de la ciudad, lo eligió canónico de su iglesia.
Acabó luego los estudios en Reims, dónde tuvo fama de óptimo poeta, excelente filósofo y teólogo, por cuyo sus contemporáneos lo concernieron como uno de los más ilustres alumnos de la escuela de Reims. Aquì quedó mucho tiempo como enseñante y demostró su gran santidad y su extraordinario saber. No poco de sus discípulos se hicieron célebres, entre los que el Papa Urbano II.
Hacia el 1067 murió el arzobispo de Reims, de que él fue el más válido sostén, pero le sucediò a fuerza de solapadas correderas Manasse I, el que tuvo un gobierno no bueno, tanto que la Santa Sede fue obligada a dimitirlo de la cátedra episcopal. S. Brunone, su canciller, no pudo sufrir los abusos de que fue testigo y fue obligado a ser uno de los principales acusadores. El Legado Pontificio que depuso Manasse fue así feliz de la sabiduría y virtud de Brunone, que hizo de el un alabo en una carta al Papa, y lo propuso como el más digno de la prelacía.
Mientras los superiores estaban preparándole el cargo, él se apartó en una casa de campo, donde decidiò de abandonar el mundo. Habiendo en fin comunicado suyas deseas a algunos amigos, establecieron junto todo de abandonar los bienes transitorios de esta vida y de abrazar el estado religioso. Se presentaron por tanto a Hugo, obispo de Grenoble, que los acogió cariñosamente, y después de haber alabado el deseo, les asignó el desierto de la Cartuja, donde S. Brunone fundó el orden de los Cartujos.
Pasados en cuanto seis años desde que S. Brunone gobernó aquella comunidad, el Pontífice Urbano II, ya su discípulo a Reims, lo obligó a llevarse a Roma.
El humilde religioso no fue nunca sometido a mucha prueba; el deber dejar la soledad fue por él el más penoso de todos los sacrificios. Él no encontró en la corte de Roma aquellas dulzuras que gustó en la soledad, y de más temia aquellas diversiones mundanas, De otra parte el Papa le fue tan aficionado que no pudiera quedar sin él, y lo incitaba al aceptar la curia arzobispal de Reggio Calabria.
Por fin las instancias de Brunone estuvieron tan vivas que el sumo pontífice le permitió de apartarse en un desierto de Calabria, confirmando Landuino a prior de la Cartuja. El San, recogidos discípulos italianos, se apartò en un desierto de la diócesis de Squillace, retomando los ejercicios de la vida solitaria con mayor alegría y fervor. En aquella soledad fue descubierto por el conde Ruggero que lo ayudó en construir la nueva Cartuja.
S. Brunone nos dejó, además de las cartas, los comentarios sobre el Salterio, sobre las Epístolas de S. Paolo y una elegía en 14 versos sobre el desprecio del mundo. En el septiembre del 1101 voló al cielo para recibir la recompensa de sus virtudes y sus fatigas.
-San Alberto Magno Obispo y doctor de la IglesiaPrimogénito del conde de Bollstádt, estudia en Padua, deja su patrimonio y su castillo de Suavia junto al Danubio y entra en la orden de Santo Domingo....
-Santa Gertrudis La Magna VirgenLlamada la Magna, a los cinco años ingresó en el monasterio de Helfta, Turingia, un monasterio de la regla de san Benito; bajo la dirección de la abadesa...