Hay pruebas sólidas del martirio de Florian, que tuvo lugar en Lorch (Lauriacum) durante la persecución de Diocleciano, el último y más violento del Imperio Romano.
Era un oficial del ejército y de la administración civil del Noricum (Austria), y fue entregado a los soldados del gobernador Aquilino. Sus actos dicen que fue azotado, desollado y arrojado al río Enns con una piedra atada alrededor de su cuello.
Una mujer piadosa encontró su cuerpo y lo enterró; más tarde se trasladó más tarde a la abadía agustina que se encontraba cerca de Linz y que tomó su nombre.
Algunas de sus reliquias fueron luego trasladadas a Roma, donde el papa Lucio III les dio a Casimiro rey de Polonia y al obispo de Cracovia. A partir de entonces, Floriano fue invocado como patrón de Polonia, así como de Linz y Alta Austria. Muchas curaciones fueron atribuidas a su intercesión y fue invocado contra los peligros del fuego y el agua. La tradición dice que fue martirizado cerca del lugar donde los Enns cruzan el Danubio.
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