La figura de Sant Aldo todavía está en espera de una clara reconstrucción: de hecho además de la memoria del nombre, allí sólo han llegado escasas noticias que lo conciernen. Probablemente vivió alrededor del siglo VIII. Ciertamente se conoce su lugar de sepultura, primera en la capilla de San Colombano y ahora en la basílica de San Michele en Pavía.
Su nombre no es reconducido en el Calendario de la Iglesia Católica y tampoco en el Martirologio Romano. Està en la hagiografía redactada por los jesuitas belgas Bollandisti, redactada en el siglo XVII y en el Martirologio del orden benedictino.
La tradición lo quiere carbonero, una actividad que poco se acuerda con el concepto de ermitaño de nuestros días. Pero ella bien se casa con la tradición de los monjes irlandeses de San Colombano donde vivió una vida monástica.
La presencia de su nombre en el Martirologio benedictino hace presuponer su unión con el monasterio benedictino de Bobbio fundado por San Colombano en el 614.
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